La actualidad se caracteriza por sus apresurados ritmos. Tenemos poco tiempo para hacer cualquier actividad e incluso pareciera que entre más de prisa vivimos, es porque somos más exitosos. Sin embargo, esto no necesariamente es verdadero ni saludable, mucho más si de lo que hablamos es de la alimentación. Estamos acostumbrados a comer de manera inconsciente. ¿Cómo puedes saber si comes de forma inconsciente? ¡Sencillo! Recuerda tu última comida y trata de evocar los aromas, texturas y sabores. Si te cuesta recordarlo, es muy probable que te alimentes de manera inconsciente.
Alimentarse de manera inconsciente implica que no estamos atentos al hecho de comer -ni mental ni físicamente- y dejamos que sean otros indicadores externos los que nos indiquen que ya comimos suficiente: como llegar al fondo del plato, el final de un programa de televisión o el reloj indicando que se nos acaba el tiempo; lo que nos lleva a no disfrutar de la comida, además de no tener ningún cuidado respecto a la cantidad y calidad de nuestros alimentos. Por si esto fuera poco, comer de forma inconsciente, contribuye a conductas como comer de forma compulsiva, experimentar mayores niveles de estrés y ansiedad, así como a ganar peso con facilidad.
Desde hace algunos años, los expertos han planteado como alternativa la “alimentación consciente” o “alimentación responsable”, que implica conectarse con la experiencia de comer y todo lo que esta implica realmente, para vivir de manera más saludable y plena. Lo primero suele ser la reconexión sensorial: redescubrir los sabores, aromas y texturas que la comida ofrece como una extraordinaria -aunque cotidiana y necesaria- experiencia sensorial. No es lo mismo el sabor de una manzana ingerida mientras esperas el verde del semáforo, que el sabor de la misma manzana cuando todos tu atención está puesta en esta.
La alimentación consciente o responsable se trata, pues, de comer de forma calmada, poniendo atención -sin juzgar- a las sensaciones de saborear, masticar y tragar los alimentos. Así, se logra comer más lento, con bocados más pequeños y espaciados; así como se empieza a tomar consciencia sobre qué, cuánto y de qué calidad se está comiendo. De esta forma, a mediano y largo plazo, nuestra forma de relacionarnos con la comida sufre un cambio profundo, pues se trata de un acto introspectivo que se usa para nutrir al cuerpo y entrar en contacto con este mediante el deleite de los sentidos.
Además, comer de forma consciente y responsable, ayuda también a estar en mayor contacto con los propios pensamientos, sentimientos y sensaciones físicas, de modo que si hay estrés o angustia, este se podrá detectar de manera más rápida y sencilla -sin enmascararse como hambre o ganas de comer- y atenderse de forma saludable, sin recurrir al comer compulsivo u otras conductas autodestructivas.
Fuente:
Hendrickson, K. L., & Rasmussen, E. B. (2013). Effects of mindful eating training on delay and probability discounting for food and money in obese and healthy-weight individuals. Behaviour research and therapy, 51(7), 399-409.