La piel es el órgano más grande del cuerpo. A través de ella recibimos los estímulos del mundo exterior y eliminamos las toxinas y elementos que no necesitamos. El medio ambiente, el calor, la mala alimentación, la falta de agua, el consumo de medicamentos, entre otros factores, pueden afectar seriamente nuestra piel.
La falta de humedad en la piel puede presentarse de formas diferentes, desde la típica aspereza, descamación y pequeñas grietas hasta enrojecimiento, inflamación, tirantez y picazón constante. Si tienes algunos de estos síntomas, es momento de solucionarlo antes de que se vuelva más grave.
Nuestra piel se humecta de forma natural produciendo aceites de forma interna, sin embargo, en ocasiones esta producción no es suficiente o, por el contrario, es excesiva, provocando piel grasa y brotes de acné.
A veces echamos mano de cremas y «humectantes» que, antes que ayudarnos, tapan los poros de nuestra piel por su contenido de aceites minerales y conservadores dañinos como los parabenos. En la naturaleza podemos encontrar opciones específicas para cada tipo de piel, que la humectan y limpian, protegiéndola de los efectos del medio ambiente.
Aceite de Jojoba. Es una nuez prensada en frío, considerada una cera vegetal. Tiene una textura ligera, altamente penetrante e hidratante. Su estructura química es muy similar a la grasa natural de la piel. Limpia los poros, es benéfico para la piel irritada, con eczema, psoriasis y todo tipo de dermatitis. Ideal para proteger todo tipo de piel: grasa, mixta y seca. Ayuda a eliminar el exceso de grasa y la suciedad de los poros, por lo que es muy efectivo para el tratamiento del acné.
Aceite de Ajonjolí. Prensado en frío y rico en vitaminas A, B y E. Al ingerirlo constituye un potente antioxidante, ayuda a nutrir la sangre, calmar el sistema nervioso, aliviar la fatiga y nutrir el cerebro. Alivia dolores de cabeza, baja los niveles de colesterol malo y lubrica los intestinos. Tópicamente es bueno para la piel seca y sensible. El aceite de ajonjolí recoge las toxinas de aceites solubles y las elimina del cuerpo y la piel, especialmente después de haber usado antibióticos y después de enfermedades de nariz y garganta.
Aceite de Almendras. Prensado en frío, es bueno para todo tipo de pieles, especialmente para pieles secas y sensibles. Eficaz contra picaduras, eczemas, quemaduras, piel irritada, alivia la piel ayudándola a equilibrar la pérdida de humedad. El aceite vegetal de almendras dulces tarda en penetrar a las capas profundas de la piel, por lo que se suele utilizar para masajes.
Aceite de Rosa Mosqueta. Es uno de los aceites con más propiedades conocidas. Es un aceite regenerador: corrige y previene la aparición de arrugas, es cicatrizante, regula las diferencias de pigmentación en la piel. Es recomendado para todo tipo de pieles, pero debido a su alto costo, sugerimos utilizarlo diariamente en el rostro, sustituyendo las cremas faciales que distan mucho de los beneficios de este maravilloso aceite.
Cuidado con los aceites «para bebé»
Los conocidos «aceites para bebé» en general son aceites minerales derivados directamente del petróleo a los que se les añaden fragancias. Definitivamente ésta no es una opción saludable. Es difícil entender la popularización de este tipo de productos para un piel tan delicada y en desarrollo, cuando existen excelentes opciones naturales e inocuas como el aceite de almendras, o la manteca de karité.
Conservación de los aceites
Es recomendable mantener los aceites y mantecas vegetales en refrigeración para extender su tiempo de vida, a excepción del aceite de jojoba, que se conserva muy bien a temperatura ambiente. La mejor forma de saber si un aceite se encuentra en perfecto estado para ser utilizado de forma ingerible o tópica es su aroma. Un olor a rancio significa que el aceite se encuentra oxidado y ha perdido sus propiedades regenerativas y curativas, por lo que no deberás ingerirlo ni aplicarlo.
Te invitamos a visitar nuestra página de Aromaterapia y Cuidado Personal.
Productos recomendados: